No todo el mundo sirve para tutorizar en red

No todo el mundo sirve para tutorizar en red. Las tutorías online tienen algunas características específicas que hacen que no todos los docentes sean válidos para llevar a cabo dicha tarea. Una tarea, por cierto y si quiere llevarse bien, implica una mayor capacidad de gestión del tiempo y empatía que una tutorización formativa presencial.


Llevo a mis espaldas haber cursado numerosos ejemplos de despropósitos (a nivel de tutorización) del mal llamado e-learning. Tutores cuya interacción con los alumnos es mínima e, incluso algunos, cuya única interacción se realiza en el momento de dar las calificaciones. Algo, por cierto, más que cuestionable.
Tutorizar en red es como estar permanentemente tomando un café con los amigos. Una tarea que no dispone de horarios (aunque algunos -y no son casos únicos- tutores avisen de que sólo responderán a correos de nueve a tres de lunes a viernes). Una tarea que, por mucho que queramos mantenerla dentro de un control, lo único que implica es tener una capacidad de improvisación exagerada. La red es incontrolable, ingobernable y, por ende, muy difícil de pautar. Unas pautas que muchos intentan extrapolar de las clases presenciales. Un error que conlleva un fracaso en dicha tutorización.
Siempre he dicho que para tutorizar un curso en línea se ha de saber interactuar en línea. Los tutores deben ser docentes cuya interacción en las diferentes redes sociales sea solvente. Docentes que llevan tiempo compartiendo e interactuando. Docentes que sean capaces de, antes de proceder a esa tutorización reglada, de mantener conversaciones sobre temas educativos y/o personales en entornos digitales.
Gestionar una tutorización de un curso que ni tan sólo has participado en la creación del contenido es algo mucho más difícil. Presenta una doble disyuntiva: hacer lo pautado o alternar dicho contenido con ideas propias. A veces esas ideas propias, trasladadas a los alumnos, ayudan a marcar la diferencia entre un curso aburrido, prediseñado y difícil de digerir y otro que sea capaz de mantener la atención de los alumnos. Unos alumnos que, al ser en su mayor parte docentes de aula, parte de otra característica propia… la de haber muchos que lo hacen por el simple hecho de necesitar ese certificado final de obra (permitidme el símil).
También tengo claro que para tutorizar correctamente un curso en red debe llevarse en curso fuera de la plataforma elegida para realizarlo. Hacer un curso en la plataforma Moodle (por poner un ejemplo) no debería impedir que las conversaciones se trasladaran a las redes sociales. Hacer un curso exclusivamente dentro del entorno diseñado es otra cosa que también hace que la falta de atractivo de ese entorno sea una losa importante.
Otra cuestión importante es el concepto de jerarquización vertical. Plantear los cursos de formación como lo que se está haciendo habitualmente en las aulas es un error. Plantear que los docentes que reciben formación deben ser tratados como simples alumnos es algo que conlleva una mala praxis. Debe haber horizontalidad ya que, en este caso, si el tutor no es capaz de sentirse como uno más y aprender de los propios aprendices más vale hacer las maletas. Unas maletas para no volver. Unas maletas que debería hacer más de uno de esos tutores. Unas maletas que, curiosamente, sólo hacen los que están hastiados de este funcionamiento vertical tan rígido.
Unas breves ideas, intentadas plasmar en un artículo incoherente, muy relacionadas con un curso online que estoy realizando y acordándome de muchos otros. La mayoría… infumables (y no precisamente por el contenido de los mismos).
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